Según la tradición, se trata del primer templo mariano de la
Cristiandad, puesto que en él se conserva y venera el pilar —en realidad, una columna de
jaspe— que, según la tradición, fue puesto por la
Virgen María quien, viviendo aún en
Jerusalén, se habría aparecido en carne mortal al
apóstol Santiago el día
2 de enero del año
40. Documentalmente no hay pruebas de lo consignado en la
tradición, cuyos pormenores datan de
1297 —en una bula del papa
Bonifacio VIII— y
1299 —una declaración de los Jurados de Zaragoza—, donde por primera vez se atestigua la advocación de «Santa María del Pilar», tras emprender en
1293 el obispo
Hugo de Mataplana una rehabilitación del edificio que amenazaba ruina, gracias a las donaciones propiciadas por la mencionada bula papal.
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